La importancia de beber durante el parto
A partir de la semana 37 de embarazo nuestro bebé está preparado para nacer y comenzar su propia vida. Sólo nos queda esperar y estar preparados para su llegada. Llegado el momento, en el cuerpo de la madre se va a producir una oleada de hormonas que nos avisará de que el nacimiento de nuestro hijo está cerca. La oxitocina, adrenalina, endorfinas, etc se sincronizarán de una forma espontánea y perfecta para ayudar al proceso y aliarse con la mujer en esta experiencia. Todo está perfectamente coordinado y comienza entonces el trabajo de parto.
Las contracciones poco a poco se suceden, cada vez con mayor regularidad y mayor intensidad. Nuestro cuerpo nos demanda cambiar de postura, buscar aquélla que nos ayuda a tolerar mejor el dolor y favorecer el descenso de nuestro bebé. Habrá momentos de mayor intensidad y otros en los que pensaremos que el proceso se ha ralentizado, e incluso, que se ha parado. Pero no es así, nuestro cuerpo está perfectamente diseñado para parir y lo único que hace es adaptarse a nuestros tiempos y los de nuestro bebé.
En todos los casos, e incluso si en un momento determinado has decidido ponerte la epidural o usar algún otro método de alivio del dolor y no eres tan consciente de ello, el trabajo físico al que se somete al cuerpo durante el parto es muy intenso. Las demandas de energía para que nuestro cuerpo no desfallezca en este camino son muy grandes. La glucosa, el oxígeno, etc se convierten en nutrientes básicos para las células de nuestros músculos.
Es por esto, que con mucha frecuencia la mujer siente la necesidad de tomar algo que alivie estas demandas y aumente su sensación de bienestar durante el tiempo que dure su parto. La necesidad de tomar agua o alguna bebida isotónica es prácticamente común en todas las mujeres. Si bien es cierto que aún en muchos de nuestros hospitales no se deja que la mujer tome líquidos ni alimentos durante el parto, los estudios realizados al respecto y el avance en técnicas de anestesia han hecho que poco a poco la tendencia sea la contraria, y ya en muchas maternidades de nuestra geografía se permite a la mujer beber durante su parto. Las razones que se alegaban al respecto de limitar la ingesta de líquidos y sólidos era el riesgo de que se produjera una aspiración de contenido gástrico (es decir, que el contenido del estómago pasara a vía respiratoria) si había que recurrir a una anestesia general ante cualquier urgencia en el parto, con las complicaciones respiratorias, infecciosas, etc que esto conllevaba. Sin embargo, como hemos dicho antes, el uso cada vez menos frecuente de anestesia general y numerosos estudios científicos avalan como buena práctica el dejar que la mujer satisfaga sus necesidades de tomar líquidos y ciertos alimentos durante el trabajo de parto.
El aporte de líquidos (agua, bebidas isotónicas) está recomendado actualmente en la “Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal” del Ministerio de Sanidad y Política Social publicada en el año 2010, sin que dicha ingesta influya sobre la evolución del parto y los resultados del recién nacido. Reconoce a su vez, que dicha ingesta de líquidos repercute en el bienestar y confort materno sin incrementar las complicaciones.
El parto es una experiencia vital, profunda y única en la vida de una mujer y su pareja. Afrontar el proceso con naturalidad y confianza es esencial para que dicha vivencia sea inolvidable. Atender nuestra naturaleza y estar atento a las llamadas y demandas de nuestro cuerpo es básico para que el proceso siga su curso de forma normal. En este sentido, satisfacer la demanda de líquidos es básico y no conlleva riesgos asociados. Beber durante el parto es algo normal y necesario que debería ser permitido a todas aquellas mujeres que así lo demanden.